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DAVID HIMELFARB

“Aquí se confió en nosotros, y se mostró un interés sincero por que lo que hiciéramos nos sirviera en el futuro”

El primer día que llegué al Bulli miré la carretera a Montjoi con los ojos atentos de quien sabe que empieza la mística. Hoy, el último día, unos minutos antes de escribir este texto, miré el paisaje de la carretera con los mismos ojos, consciente de que la mística se acababa.

Que la magia de un sitio único como este, de una experiencia de tres meses irrepetible, como esta, se acabe, no es necesariamente algo malo. Seguramente alguien lo habrá dicho antes que yo, pero creo que un final es tan bueno como preparado te deje para aquello que viene después.

Y esto es, creo, lo más importante que me llevo de aquí, la consciencia de que estoy más listo para el mundo grande. Hemos pasado tres meses aquí que han pasado como tres años, y hemos hablado de gastronomía, que es mi tema preferido, más de lo que nunca podré.

Hemos dedicado horas a pensar la comida, a relacionarla con otras ciencias y artes, a diseccionarla, a charlarla, a probarla y a compartirla. La comida compartida es conocimiento compartido, y aquí, junto a todo el equipo, nos hemos vaciado compartiendo todo lo que tenemos y sabemos, para hacernos mejores a nosotros mismos y a los mundos que nos mueven.

Lo hemos hecho con quien fue el mejor cocinero del mundo tantos años. Ferran Adrià, aquel ser mítico para cualquiera a quien le guste la cocina, ha sido un compañero más durante más de sesenta días, y nos ha acogido en su casa como antes acogió a tantos stagiers que pasaron por su restaurante.

En su acogida generosa nos ha dado a conocer su método de trabajo, su forma de ver los restaurantes, su forma de mirar a un plato, de degustar una elaboración. Su forma, en fin, de entender la gastronomía y, de esta manera, la forma de ver la vida de alguien que cambió el paradigma de aquello que hacía, repensando de esa manera el futuro de su campo.

Esto, plantearme sistemáticamente cómo puede ser el futuro del mundo que me interesa es otra de las cosas que me llevo de aquí. En elBulli1846 hemos estudiado historia de la gastronomía, hasta aprender de memoria recetas absurdas de las cocinas papales de la Edad Media. Mirar hacia adelante conociendo el pasado, sabiendo que si hoy somos distintos a ayer, mañana seremos opuestos a hoy, son las otras gafas que me llevo aquí para cambiar mi mirada sobre las cosas con las que trabajo.

En estos tres meses hemos hechos muchos proyectos distintos, los míos casi siempre relacionados con la escritura. Me llevo muchas páginas escritas, redactadas desde la comodidad de relatar con libertad lo que pensaba. Escribí sobre lo que pasaba aquí, escribí sobre restaurantes, escribí sobre congresos, y siempre que escribí lo hice con el depósito enorme de la confianza que aquí se me ha entregado para desarrollar mi escritura.

Aquí se confió en nosotros, y se mostró un interés sincero por que lo que hiciéramos nos sirviera en el futuro. Ese interés y esa confianza son el germen de lo mencionado al principio, la preparación para el mundo grande que se abre con el cierre de las puertas de elBulli.

Mientras escribo estas palabras me llega un correo de un compañero, que ya ha acabado su versión de este texto. En él habla de palabras que germinan y de plantearse la vida en la cocina como una maratón.

Tras el sprint de tres meses que ha sido esta burbuja intensa, esta vida gulafre de comida y estudio en una cala que nos permitía leer escuchando como las olas lamían la playa, se abre el mundo enorme y la vida larga que hay fuera de Montjoi, el mundo ancho y ajeno, que decía Rulfo, que afronto con un saco de herramientas y conocimiento que en unos minutos, cuando recorra la carretera de Montjoi de vuelta por última vez, pesarán más en mi cuerpo, pero harán más ligera mi vida.

Sólo queda dar las gracias, alegrarme por los compañeros con los que compartí, que han sido una suerte pareja a la experiencia que he explicado en este texto, y desear que en este planeta gigante los caminos de todos los que hemos compartido camino por tres meses se vuelvan a cruzar alguna vez.Se acaba mi estancia en el Bulli 1846.

Se acaban muchas cosas, me llevo muchas más, y por la ruta, me lleve a donde me lleve, el millón de ideas que se han mencionado aquí no dejarán de hacer eco en mi cabeza, devolviendo cada tanto el sonido de las olas de Montjoi a mis oídos.